lunes, 22 de diciembre de 2008

Gurus, santones y picaros de todo tipo


El despertar tras un primer sueño me supuso llegar de nuevo a Varanasi. Volvió Juan para recogerme, el no se había acostado y aprovecho, como no, para irse a comer. Bajando a la recepción le preguntamos al "manager" si nos podía recomendar algún sitio para cenar. No solo nos recomendó tres sitios sino que al primero al que fuimos fue el que se llevo la palma.
Juan, experto conocedor de la lengua de Shakespeare, no se percato que al mencionar uno de los lugares salio la palabra garden de su boca, yo que no domino el idioma bárbaro, si que me percate, y le comente, que mejor garden que regarden, así que nos fuimos paya (para allá, traducción para los no andaluces).
Un restaurante con un templo por jardín, con vacas y monos, lo suyo para ponerse en situación.
La comida no era excelente pero casi y muy disfrutona, de hecho lo elegimos como barco insignia de nuestra singladura gastronómica en Varanasi.
Phulwari es el nombre de tan grato recuerdo a nuestro paladar, cerca de la calle principal que va hacia el Río y con una entrada impresionante si te fijas. Una fachada labrada en piedra como de encaje.
Esa primera noche nos pusimos malos de puro goce, !!que pecha de come!! después nos fuimos al Río por el lugar mas céntrico donde nos dijeron había una celebración ritual que al final resulto que era diaria.
Campanas, cascabeles, sitar, tablas y una canción repetitiva que llenaba todo el ambiente gracias a unos potentes altavoces que algunos fieles locales usaban como auriculares.
Mi primera impresión fue de haber desembarcado en Benidorm o Torremolinos pero tras volver la cabeza y observar a hindues devotos, que habían llegado desde remotos lugares, siguiendo con atención los ritos tuve que reconsiderar ese pensamiento. Juzgar con ojos occidentales solo lleva a conclusiones occidentales. Aprendizaje.
En cualquier caso no soy devoto y por tanto la mística no es ni mi fuerte ni mi finalidad, por lo que mi visión, como la de cualquier otro/a, es sesgada, entiéndase por tanto como tal.
Muchos místicos buscándose a si mismos, pero sin parar a mirarse, abundan por Varanasi, también pijis repletos de piercings y tatuajes, comprando como posesos, gurus que se ganan la vida posando para los turistas, otros de la corriente tantra follándose a turistas para mayor gloria del karma, turistas dejándose llevar por las corrientes creyendo que eso los santifica y cura de todo mal, gentes capaces de viajar miles de kilómetros solo para ponerse ciegos de opio, todos ellos mezclados con gente humilde que vive y deja vivir, niños harapientos llevando el sustento a sus casas y que cuando crecen deben buscarse otra forma de sacar dinero distinta pues a partir de una edad no inspiran tanta lastima a los bárbaros del oeste.
Varanasi es a la vez un escaparate y un recinto personal e intimo.


Me junto con toda clase de delincuentes, reza la canción de Veneno, andando por las callejuelas de Varanasi tienes esa sensación solo si miras la cascara, cuando escarbas encuentras felicidades y tristezas, triunfos y derrotas, fortalezas y debilidades, claridad y sombras. Una ciudad que te recibe con una lucha entre pájaros, cuervos contra mochuelos, unos en cuadrilla, otros en solitario. Los cuervos arrinconaron al mochuelo que al día siguiente seguía allí.
El rio sigue su curso, nosotros nuestro camino, un camino que vamos construyendo día a día, como la vida misma cuando se vive, no hay plan, solo ganas de vivir.


Mi encuentro con la ciudad y el rio no ha sido como los retratos de las postales, sin embargo, a pesar de mi poco misticismo soñe una noche algo que debia gritarle al Ganges desde sus escalones.
"Me llamo Manuel Portilla Fernandez, hijo de Manuel Portilla Bernal y de Victoria Fernandez Gutierrez, soy de El Palo, en Malaga, a orillas del Mediterraneo y he venido a decirte que algun dia tus aguas se mezclaran con las aguas que bañan mis playas y ese dia las particulas que una vez fueron YO estaran entre vosotras, sera entonces un mundo diferente a este y espero que mejor"
Como ya he dicho, no tengo un alma que salvar, por ello no acabare aqui mi entrada sobre los dias pasados en Varanasi sin mencionar lo menos mencionado. Los mil afluentes del Ganges.
Es cosa comun que todo hijo de Vishnu cuando tiene ganas de darle una alegria a su canario busque un rincon apropiado para dar rienda suelta al frenesi miccionador, usease, cambiarle el agua al canario, o mas prosaicamente dicho, echar una meada.
No hay lugar mas propicio a ello que los multiples muros que bordean las orillas. Eso significa que cuando paseas de noche cerca del rio, ves como fluyen alegres y caudalosos los mil afluentes que van a dar al sagrado rio, que luego sera baño obligado para los fieles y temerosos del numeroso panteon hinduista.


Basta darse un paseo a lo largo de la orilla, da igual la hora, para ir saltando los arroyos cantaOrines procurando no tropezar ni caer, ni dejar caer nada, pues lo que toque el suelo seguro que salpica, por lo que hay que darlo por perdido, salvo que lo tuyo sean los deportes de riesgo extremo, quieras probar tu seguro de extradición por causa de enfermedad grave o simplemente quieres experimentar una enfermedad múltiple y salir en la tele y las revistas especializadas.
No era nuestro caso, por lo que nuestra atenciones se reparten entre no caer, no salpicar, comer bien, observar y reir. Mi amistad con Juan, y la suya conmigo, esta saliendo reforzada cada dia que pasa, para goce de nuestras mentes mortales.
Nos maravillamos con cosas sencillas, una factoría del paneer (requeson), un paseo por un barrio musulmán poco frecuentado por los foráneos (el miedo es mu malo), los corrillos de apuestas del cricquet (se juegan la pasta que le sacan a los guiris), el vuelo con aleteo de las centenares de cometas que en todo momento sobrevuelan los cielos grises.
Pero lo mejor son los juegos imaginativos de los chavales que aprovechan muros tumbados para recrear una suerte de frontón a tres no competitivo sino cooperativo. Elementos necesarios, una bola sin medidas concretas pero manejable, una alpargata o chancleta o sustituto funcional, equilibrio y resistencia. El juego consiste en no dejar que la bola toque el suelo llano de mas abajo. Para ello se ponen a tres alturas distintas del muro tumbado y, si el primero no le da, el siguiente debe darle o el de atrás. Espectacular.
Salud.

1 comentario:

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.